Eclipse

Esta próxima madrugada, como siempre que hay un eclipse de Luna, levantaré los brazos para ver si mi sombra se proyecta sobre la superficie lunar y nuestro planeta gemelo recibe mi abrazo. Hasta ahora no lo he conseguido, pero no desisto, sigo trepando al cerrete cada noche de eclipse y allí brinco y grito, mirando a la Luna, mientras dura el espectáculo. Lo que falla puede ser que soy una sola persona abrazando, gritando y saltando. Si fuésemos muchos seguro que se vería nuestra sombra moviéndose alegre allí arriba, estoy convencido. Hay “Días de” para parar un tren, es raro el día del año que no sea el Día de algo. Si yo tuviese influencia, si no fuera un pringao más, instauraría el “Día de la Luna”, a celebrar cada vez que se produce un eclipse lunar. Ese día (que en realidad sería una noche) los hombres dejarían de lado sus peleas, sus banderas, sus religiones, sus poltronas, sus fronteras, sus ambiciones personales, sus insolidaridades, sus ombligos y mirarían hacia la Luna, alzando sus manos, de manera que sus abrazos se proyectaran sobre la superficie lunar; toda la Humanidad abrazada, se me salta la lagrimilla nada más pensarlo. Ahí dejo la idea por si algún “influencer” se decide a impulsarla. 

(Y mi neurona sin aristas me recuerda ahora que el Día (la Noche) de la Luna ya lo creó mi abuelo en su finca de Albacete hace muchos años para disfrute de sus nietos. Un día hablaré de esa noche mágica).