La collalba gris

 


Hoy la he visto reaparecer después de muchos años sin observarla por estos parajes. Antes era frecuente encontrarse con ella en los límites del monte, donde la piedra se convierte en bancal y la fanega en tahúlla. Saltando en breves vuelos de roca en roca, mostrando el dibujo blanco de su cola, cantando con ese trino montuno y carrasposo, tan suyo. 

La he dibujado (esbozado más bien, soy mal dibujante), y me he preguntado si es la misma “prepandémica” que veía por estos pedregales; no sé si las collalbas tienen querencias. Quizás sí lo sea, aquí sabe que está tranquila, no hay asfalto, coches o escopetas, ni gritos humanos. Todo campo, aire y cielo azul. Y la provisión de insectos es abundante. 

Tú también te marchaste un septiembre hacia tu sur, como la collalba, jurando volver. Recuerdo ver tu parasol blanco, con el que te proteges del sol, desapareciendo por el horizonte. No viajabas tan lejos como la collalba, ella cruza el estrecho, tú no pasas del gran río. 

Y le he preguntado si me traía tus saludos. No me ha contestado, las collalbas trinan, no hablan. Pero me ha parecido entender en su mirada que no desespere, que cualquier día te veo reaparecer por el collado con tu parasol blanco, tu pelo moreno, tu sonrisa eterna, tus pasos por bulerías, y con dos churumbeles, uno de cada mano.

Comentarios

  1. Bonito deseo, Diego. Tus textos son de una gran belleza, algo que solo puede escribir y relatar quien la conozca y sea capaz de publicarla.
    Un abrazo.

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    1. Gracias, Enrique. Yo solo me considero un eterno aprendiz.
      Abrazote.

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  2. Hola, Diego
    Me ha encantado la Collalba gris. A la mayoría de pájaros les gusta los lugares tranquilos.
    ¡Oh, el final poético de tu escrito está hermoso; aquí entre nos, yo también me comunico con los pájaros :)
    Cordiales saludos, un abrazo con brisa fría.

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    1. Hola, Rud.
      Yo soy un "pajarólogo" empedernido desde hace muchos años. Me gusta observarlos, identificarlos (siempre llevo mis prismáticos en mis paseos por el campo), incluso tratar de diferenciar sus cantos. Quizás envidie la libertad que tienen para trasladarse de un lugar a otro :)
      Un abrazo, Rud, con brisa cálida aquí.

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  3. Hay algo en el instinto de las collalba que impulsa su huida a otros lugares, más amables, con más comida, con más tranquilidad. A las personas nos cuesta seguir ese instinto, lo tenemos casi en silencio, pero a veces no queda más remedio que alejarse de todo... quizás vuelva ese parasol blanco, quizás no, pero en la espera hay esperanza...

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    1. Hola, Beauséant :) Quizás lo que tendría que hacer el narrador de esta historia es dejarse de lamentos y ser él quien viaje al sur en busca de la collalba y de la del parasol :)

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    2. Mi naturaleza cobarde nunca te darán la razón en eso, por más que quizás tengas todas la razón ;) Prefiero las posibilidades a las certezas :)

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    3. "Prefiero las posibilidades a las certezas" Pensándolo bien, yo también, Beauséant. Así que me quedo en mi tierra esperando que algún día aparezcan por el cerro la collalba y la del parasol :))

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  4. Ah, Diego, ¿cómo puedes ser de ciencia y números escribiendo así? Desde luego, son más libres que nosotros.

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    1. Cabro, las matemáticas también son poesía :)) Envidio a las aves, mi gran frustración es no haber nacido con alas... :)

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  5. Con esto del cambio climático, no creo que vuelvan ya ni la una ni la otra... y de Penélopo no te veo, eh?
    El texto, precioso.
    Abrazo, Diego.

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    1. Yo tampoco me veo de Penélopo, Zarza, ya me queda poco hilo para tejer:)
      Abracico, Zarzamora.

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  6. La collalba te ha respondido con la mirada. Las aves son sabias y responden en trinos, aleteos y también con inquietos movimientos de sus ojos. Ella, tu amada, regresará con su parasol blanco y su pelo moreno. Soy una romántica empedernida.

    Nada de mal el dibujo Diego. Diría que capturaste su porte, su belleza y su mirada. Me gustan las aves amigo. Veo en ellas libertad, pero también vulnerabilidad. Nada es absoluto.
    Abrazos querido Diego. Bellísimo su escrito.

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    1. Tatiana, cuando ahora veo volar sobre los campos de mi tierra vencejos, collalbas, ruiseñores, águilas calzadas y tantas aves que han pasado el invierno en África siempre me pregunto ¿de qué país vendrán? ¿qué historias me podrían contar?. Siempre las he admirado por su libertad y por el dominio del aire que tienen.
      La del parasol no creo que vuelva, aunque si lo hace espero que no venga con dos churumbeles de la mano :)
      Un abrazo, Tatiana.

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