Fumata negra
El Papa había muerto. Tras el emotivo funeral, los cardenales fueron acudiendo a la Sala General de Cónclaves del Vaticano, próxima a la Capilla Sixtina, para recluirse allí y elegir a quien sustituiría al Pontífice fallecido. Entraron uno a uno por riguroso orden alfabético. En la lista sólo faltaba Monseñor Manolo Whinehouse, prelado de las Islas Dikitingfly, que no había podido acudir debido a su edad avanzada –97 años–, y por hallarse indispuesto esos días, aquejado de un fuerte ataque de gripe.
Detrás de los cardenales entraron en la Sala el conjunto de servidoras que debían atenderlos en sus necesidades durante el Cónclave (comidas, ajuar, limpieza, enfermería, etc.). Eran las monjitas de la Congregación de Siervas de Cardenales Papables. Nadie más podía acceder al recinto durante el tiempo que durase el Cónclave, según establece el Reglamento General de Celebración de Cónclaves.
Cuando hubieron entrado todos, Cardenales y Siervas, el Maestro de las celebraciones litúrgicas pronunció el reglamentario “Extra omnes” y cerró con tres giros de llave las enormes puertas de la Sala General de Cónclaves, que no podían ser abiertas –por él mismo– hasta la designación del nuevo Papa. La gente se arremolinaba en la Plaza de San Pedro.
Al anochecer, el propio Maestro, que también se encarga de informar al personal, tal como ordena el citado Reglamento, apareció en un balcón de la Plaza de San Pedro para dirigirse a la muchedumbre, y dijo con una voz trémula de emoción:
–Hermanos: la situación del mundo es muy difícil y también lo es la de la Iglesia Católica, debido al materialismo que nos invade, la corrupción, la crisis que no cesa, la falta de fe. La designación de un Papa adecuado es esencial para el futuro de la humanidad entera. Recemos para que el Señor ilumine a los prelados reunidos desde hoy en Cónclave, y que aquél a quien elijan sea el más capacitado para guiar el barco de la Iglesia con mano firme por los mares procelosos que navegamos en estos tiempos, hasta conducirla a un puerto luminoso y seguro. Esperemos la aparición de la fumata rezando con fe.
La gente se arrodilló bajo la lluvia –llovía– y un sinnúmero de avemarías, credos y padrenuestros, rezados en muchos idiomas, brotaron de miles de gargantas buscando las alturas celestiales.
Cinco días después surgía la primera fumata: negra. Nuevas multitudes de todos los rincones del orbe católico comenzaron a afluir a la Plaza.
Segunda, tercera, cuarta, quinta fumatas: negras… Había transcurrido un mes, y todo seguía igual excepto el gentío, que ya desbordaba los límites de la Piazza e invadía la Via della Conciliazione.
Octava, décima, decimoquinta, vigésima fumatas: negras.
Después de cinco meses desde el inicio del Cónclave y de la quincuagesimoséptima fumata –negra– el Maestro de las celebraciones litúrgicas se asomó una vez más al balcón y se dirigió a la muchedumbre, tras dar unos toquecitos al micro mientras decía uantú, uantú:
–Hermanos, las votaciones deben estar siendo particularmente difíciles por las circunstancias tan peculiares que afectan al Mundo en estos tiempos. Por ello, aunque el Reglamento General de Celebración de Cónclaves lo prohíbe, he decidido incorporar al Cónclave a Monseñor Whinehouse, a pesar de las circunstancias que concurren en él, y con el deseo y esperanza de que su aportación y su voto puedan ser útiles y definitivos en la designación de nuestro futuro Pontífice.
Whinehouse, achacoso, llegó a la Plaza al día siguiente. La muchedumbre —entre palmadas en la espalda y gritos multilingües de "Manolo tú sí puedes"— le abrió como pudo un pasillo por el que avanzó lentamente, apoyado en su báculo. Por fin llegó junto al portón. La gente calló. El silencio era espectacular, sobrecogedor. Se acercó el Maestro de las celebraciones, introdujo la llave en la cerradura, la giró tres veces hacia la izquierda y en el instante de abrirse la gran puerta de la Sala sucedió algo extraño:
Una fuerte luz proveniente del interior se proyectó sobre la Plaza, mientras se oía a gran volumen una música rockera mezclada con risas masculinas y femeninas, y surgía del interior un humo denso de tabaco mezclado con aromas de alcohol, que se deshacía en volutas claroscuras, elevándose hacia las alturas de la noche vaticana... Whinehouse fue absorbido por el resplandor; la puerta se cerró tras él y la Plaza quedó de nuevo sumida en el silencio y la oración que la impregnaban los últimos meses.
–Recemos, recemos–, insistía el Maestro de las celebraciones litúrgicas.
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Como va a ofender un texto tan bien escrito, como documentado ingenioso y simpático !! jajaja ojalá se lo pasaran pipa ahí dentro , creo q la iglesia católica está languideciendo con la tristeza y ana tónico encorsetamiento q se empeñan conservar en sus liturgias y celebraciones, solo formalmente , sin entrar a cuestionar sus ideas e incongruencias varias ...Así q enhorabuena ! muy oportuno este rescate y gracias porque así lo disfrutamos quienes no tuvimos esa suerte en el pasado ... gracias por todo y un beso DIEGO!
ResponderEliminarHay gente muy susceptible, María :)
EliminarA mí la Iglesia siempre me ha parecido enormemente triste. Los apóstoles eran unos siesos, a Jesús siempre se lo representa con un gesto de inmenso dolor, los santos nunca sonríen, no hay una sola concesión al humor en los evangelios... Y claro, se están quedando solos.
Un beso, María. Y gracias a ti :)
no exactamente igual, pero no me extraña que sea así, como aquel cardenal que se chupo todo el alcohol del frigogar pensando que era gratis...
ResponderEliminares necesario un "lider" como el Papa??? cual es su objetivo
de donde salen tantos ingresos y gastos de viajes y lujos que se ven???
mi fe sigue intacta, pero el respeto con estos ancianos me hace dudar su "buena fe"
avise cuando salga el humo blanco...
saludos
A ese cardenal yo le haría un monumento :)
EliminarA mí la iglesia y el resto de religiones siempre me han parecido un montaje. Pero a ver quién es el listo que las desmonta ahora...
Parece que los cardenales han bailado menos que los de mi relato. Ya tenemos nuevo Papa. A mí no me disgusta en principio...
Un saludo, Carlos.
La música rock los conducirá a una buena elección. O no. :))
ResponderEliminarSi es que se deciden a votar en algún momento. Parece que se lo están pasando bien :)
EliminarEs muy genial tu relato! Y, felizmente, nada "acartonado" como lo es en realidad el evento de elección de nuevo Papa.
ResponderEliminarGracias por la sonrisa que me has sacado con tu texto.
¡Habemus papam! en la realidad y ojalá siga los pasos de Francisco.
y...¡Habemus ficciom magistrallum!
Bueno...perdona, el latín no es lo mío. 😂
Otro abrazo
Parece que el León sí va a seguir los pasos de tu compatriota. Sería lamentable que la Iglesia diera ahora un paso atrás. Esperemos acontecimientos. De momento no le cae muy bien a Trump, y eso es esperanzador :)
EliminarTe mando un abrazo mezclado con el humo blanco de la fumata :)
(tu latín me parece perfecto, yo soy de ciencias :)
Cualquier excusa es buena para montar una rave... en especial cuando la pagan otros ;)
ResponderEliminarAdemás, si pecan se confiesan los unos a los otros y salen limpios de pecado, en gracia de mon dieu :)
EliminarEso no lo había pensado, una gran idea, oye.
EliminarComo verás en mi anterior comentario, no iba "descaminao".
ResponderEliminarTú nunca vas descaminao, Juan :)
Eliminar¡Que bueno, Diego!
ResponderEliminarEs genial el relato. Con un puntito de simpatía y ese final tan divertido.
Me ha encantado.
Saludos.