El confinado

Alguien mordió a un murciélago, allá lejos. Un bicho coronado pasó del quiróptero al bípedo. Así empezó todo (dicen). Luego la pandemia, extendida por todo el mundo. Prohibido salir, había que confinarse en casa para erradicar la cosa. Excepto los imprescindibles y los perros, que tenían que hacer sus caquitas en las aceras, pobrecitos. 

A Exuperancio le gustaba la naturaleza, correr por el parque, salir a la montaña, nadar, tumbarse en mayo panzarriba sobre la hierba, mirar Las Pléyades, identificar Ofiuco (la constelación que no pudo ser zodiacal)... Insolidario y rebelde, y pese a la prohibición, siguió con sus actividades prohibidas. Un día, los vecinos, mientras corría por el parque, comenzaron a insultarle y a gritarle que se recluyera en su casa como todo el mundo, cabrón. Al final lo trincó la policía y lo devolvió a su hogar a gorrazos. 

La primera semana de confinamiento obligado la llevó fatal. No dormía, la ansiedad lo asfixiaba, le faltaba el aire. Sufría. La segunda fue un poco mejor: empezó a correr por su pequeña terraza, en un pallá paquí constante, un par de horas cada día ―su afición a nadar mil metros en la piscina municipal le sirvió de entrenamiento mental en tan aburrido voy y vengo, vengo y voy, evitando así que se tirara por el balcón en la vuelta 245―, y eso lo ayudó a rebajar la tensión. La tercera añadió la lectura al maratón terracero. Bajó de Amazon una novela-tocho de mil páginas y leía cada día varias horas, enganchado por la trama urdida por Bolaño. La cuarta semana, además de la carrera y la lectura comenzó a escribir, sobre papel y con pluma estilográfica (una waterman que tenía olvidada en un cajón olvidado), rememorando viejos tiempos. La quinta, tomó sus lápices de colores y añadió el dibujo a la carrera, la lectura y la escritura. La sexta colgó un viejo póster de Saturno ―que encontró no sé dónde― de una de las paredes de la terraza, de modo que en las vueltas impares podía solazarse con la contemplación de los anillos saturnianos y de Titán, haciendo su trotar menos tedioso. 

Poco a poco le fue sacando gustillo al confinamiento, ya no se aburría en absoluto, la ansiedad y el mesarse los pelos desesperado habían desaparecido. Se acostaba cansado y feliz; se despertaba feliz y descansado, pensando en las actividades relajantes que le aguardaban cada día. 

Y así pasaron días, semanas, meses. 

Al cabo de cuatro meses se decretó el fin del confinamiento. El bicho saltarín había desaparecido y la gente podía por fin volver a salir de sus casas, recuperar su actividad habitual, sus trabajos, sus frustraciones. Pero Exuperancio seguía recluido voluntariamente. Los vecinos, sonrientes los primeros días, le gritaban desde la calle “¡baja, baja, que ya somos libres!” cuando lo veían dando vueltas como un zompo "pa un lao pal otro lao" en su terraza. Él no hacía caso, seguía así un día... y otro... y otro… 

Al cabo de un tiempo las sonrisas de los vecinos se fueron convirtiendo poco a poco en amenazas e insultos al ver que Exuperancio seguía recluido e indiferente, sin atender a nadie ni dejar un instante su actividad enclaustrada. Feliz. 

Hasta que un día los vecinos, hartos e indignados, avisaron a la policía. Esta se presentó en el lugar e hizo con sus altavoces y sirenas un último llamado a Exuperancio para que se incorporara a la vida establecida. Ante la indiferencia de Exuperancio, que seguía corriendo en la terraza como si nada ocurriera, los agentes decidieron subir a su piso. “¡La policía!” gritaron en su puerta, antes de derribarla con esa viga en forma de carnero que llevan los policías para derribar puertas. Y así termina esta historia: accedieron a la terraza, agarraron a Exuperancio y lo sacaron de su casa a gorrazos.

Comentarios

  1. "Quien anda mucho y lee mucho, ve mucho y sabe mucho." Les guste o no a los vecinos o a la policía.
    Pero las dos cosas se pueden hacer fuera también ;)
    Ya llegará el buen tiempo de fuera y dentro y terminará esta locura.
    Abrazote y sonrisa.

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  2. Esas aficiones me suenan de alguien que conozco y al que la última vez que nos "vimos", lo encontré algo "mohino".
    Espero que Exuperancio pueda adaptarse pronto a esa nueva realidad, aunque me temo que le cueste.
    Ya se sabe: "cuando el burro coge la linde...
    Un abrazo.

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  3. Muy buen texto y, apuesto, que así será para muchas personas.

    ¡Esa maldita costumbre de las personas que, según tu relato, no cambiaría aun después del coronavirus!
    ¿Qué les importaba que el tal Exuperancio siguiera haciendo las rutinas adquiridas en tiempos de cuarentena? ¿Y qué si el tipo era feliz de esa manera?
    Pues no...que si rompe lo impuesto, lo preconcebido, el molde, ya es desacatado, guerrillero o cuanto menos "raro".
    Y aparece la "autoridad" a poner -de esa manera tan irracional y autoritaria- orden
    En fin.

    ¡Me encantó el dibujo! jaja me da risa el tipejo allí agazapado.

    Te paso este enlace. Es un relato de Casciari y, me parece, que tiene mucha relación con tu cuento de hoy.
    https://www.youtube.com/watch?v=X3-Dn69r9DU

    Amigo te deseo un buen domingo de Pascua
    Abrazo

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  5. Tanto se acostumbró Exuperancio al encierro que le cogió fobia a la calle, no hay más que verlo al pobre en la ventana medio escondido.
    Espero que no nos pase lo mismo, aunque tardemos. Buen relato.
    Cuídate Diego.
    Desde casa te mando este abrazo 🙅

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  6. Llegará el buen tiempo, Fram. De hecho las flores y los campos no saben de pandemias y están ahí, esperándonos.

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  7. Juan, a mí también me recuerdan a alguien a quien conozco. Pero ese alguien es más cívico que Exuperancio. Lleva recluido desde el minuto uno :)
    Un abrazo.

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  8. Lu, yo creo que Exuperancio pensó que lo de la cuarentena no era para él porque el está ya en la setentena :D
    Espero que la que me acusó de plagiar a Ruiz Zafón no lea tu comentario, no sea que ahora me acuse de plagiar a Casciari y me diga también ahora que le conteste en su blog "si soy macho". Patética.
    Un abrazote.

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  9. Laura, Exuperancio acabará saliendo sin necesidad de que lo gorree la policía :) y nosotros saldremos también, seguro. Tú en tu Vespa y yo en mis Merrel de Goretex :)
    Un abrazo.

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  10. No te preocupes, desconocida, lo que tuvieras que decirme me ha llegado vía brisa. Y a mí correo tu sms obispal :)
    Un beso.

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  11. Hola, Diego, ese Exuperancio, qué nombre tan regio, me recuerda a alguien y también se parece un poco a quien yo me sé.

    Muy bueno tu relato, Diego, sobre todo muy bien reflejado eso de "o haces lo que yo y piensas como yo o vamos a por ti" "Los policias vecinales" son una especie que no soporto.

    El de la viñeta (que me encanta) se parece a mí, que cada hora me levanto abro la ventana y aspiro este aire tan límpio ahora de mi barrio, añorando poder triscar de nuevo como uan cabra.

    Y hablando de añoranzas, hay que ver lo que añoro los abrazos, los achuchones... e ir a mi p..a bola.

    Un abrazo, guapo, trata de adpatarte pero sin acostumbrarte como tu protagonista, que eso no va con los sesentones inquietos como nosotros.


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  12. jajaja! Diego me río con tu pensamiento "plagiero"

    Pero dime pudiste escucharlo? ¿No está bueno?
    A veces pienso que cuando "me dejen salir" a mi me va a pasar lo mismo.
    Otro abrazo

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  13. Tesa, ya quisiera el de la viñeta parecerse a ti :D
    Yo hay días que llevo fatal el confinamiento (por ejemplo hoy), pero creo que me he adaptado bien. O resignado bien, que parece lo mismo pero no lo es. Aunque creo que a los "eones" vamos a ser los últimos que suelten. A los cinco segundos de que den la orden de salida estoy tirando pa cualquier lao, fijo.
    Espero que tu novela vaya progresando, ya nos informarás.
    Un abrazo de abrazador reprimido.

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  14. Lu, lo escuché a Casciari. Y me reí con sus ocurrencias :)
    Otro abrazo virtual.

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  15. Anónimo4/17/2020

    Bueno como nunca sé con que cuenta estoy, pues nada soy anónima.
    Que sepas que ahora dicen que fué al revés...que fué el murciélago de herradura el que mordió al hombre. Porque el hombre estaba experimentando con él.
    Soy Lourdes. Sigo confinada.Bsucos

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  16. Anónimo4/17/2020

    Se me olvidaba ...me siento como Exuperancia, no pienso salir ni aunque me lo ordenen con la viga de carnero...necesitarán una catapulta

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  17. Hola, Lourdes-anónima-confinada. No te "exuperancies" en tu tierruca, por favor, que me gustaría ir a verte alguna vez a Murcia cuando por fin nos den cuartelillo.
    Bsicos.

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