El vaso



Solía despertarme cada noche con sed. Entonces me levantaba, sin hacer ruido, sin encender la luz para no despertar a ninguno de mis doce hijos —lo que hubiera constituido una sinfonía inacabable de gritos, lloros y blasfemias (proferidas estas por mi boca)—, buscaba a tientas un vaso del aparador, lo colocaba, tanteando, debajo del grifo de la cocina, abría el grifo unos segundos para evitar que rebosara el agua, y bebía procurando que ni siquiera se oyeran los glópita, glópita que produce el líquido elemento al trasegar por el gañote. Luego regresaba a mi cama, y me inmiscuía entre las sábanas con igual o similar sigilo. 

Una tarde que mi neurona funcionaba con menos telarañas de las habituales, me dijo: 

—¡Tontolhaba!— me nombra de ese modo cuando se dirige a mí— ¿por qué, en lugar de organizar cada noche esas absurdas procesiones a oscuras y silenciosas, no te llevas a la mesilla un vaso de agua al ir a acostarte? 

Así lo hice y a partir de aquella noche, cada vez que me despertaba con sed a las cuatro de la mañana no tenía más que incorporarme levemente, extender la mano hacia la mesilla, tomar el vaso y echar los tragos que estimara pertinentes. Incluso podía encender la luz un instante para no escanciarme el agua en una oreja. 

Desde entonces se acabaron los problemas en mis despertares sedientos. 

Hasta una noche que me desperté y, sorprendentemente, no tenía sed. Encendí la luz discretamente y vi el vaso sobre la mesilla, rebosante de agua. Parecía burlarse de mi adipsia de aquella madrugada. Con gran fastidio, me incorporé en la cama, tomé el vaso y, de nuevo a oscuras, recorrí el pasillo hasta la cocina, procurando no perturbar el sueño de mis doce hijos. Vacié el vaso en el seno del fregadero y, con él en la mano, inicié el recorrido inverso hacia mi cama, abonico. Dejé el vaso vacío en la mesilla, bostecé y me dormí de nuevo, al fin relajado. 

Pero mi relajación duró poco tiempo. Al cabo de un par de horas me volví a despertar, esta vez con una sed insoportable. Di vueltas en la cama, conté 17.376 ovejas tratando de dormirme, pero fue inútil, la ansiedad es insomne y cabronaza. Tomé el vaso vacío en la mano, y tuve que repetir mis andanzas de tantas noches: pasillo a oscuras, cocina, grifo, agua, llenado de vaso, regreso pasillero, vaso en mesilla, chupito de agua y a dormir. 

Hasta un día que me dijo mi neurona: 

—¡Tontolhaba!, ¿porqué no dejas cada noche en la mesilla un vaso con agua y otro sin agua, y así terminas con tantos ires y venires nocturnos? 

Dicho y hecho, mi neurona a veces piensa. Desde entonces, al ir a acostarme, siempre dejo sobre la mesilla dos vasos: uno lleno de agua por si me despierto de madrugada con sed, y el otro vacío por si me despierto sin sed. Con esta fórmula tan sencilla he conseguido al fin solucionar mi problema de noches errantes.

Comentarios

  1. Genial el relato, Diego, que he seguido con intriga y con una sonrisa bailando en mi cara hasta el final.

    Mi neurona me hubiera dicho, ¿por qué no dejas una botella con agua y dos vasos, es que eso de dejar el agua al descubierto me da manía, además de que seguro que mi gata metería los bigotes.

    Lo de los doce hijos si que es un trajín, Diego, mucho más que la aventura de tus despertares sedientos e intensos.

    Un abrazo, y que cumplas muchos más...

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    1. Hola, Tesa. Evidentemente, tu neurona es más inteligente que la mía. Esta noche pondré en marcha tu receta :)
      ¿Doce hijos) Ayer tuve otro, ya son trece .
      Muuuchas gracias, Tesa :)

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    3. :) No, Mucha. Como soy muy viejo me he casado y divorciado 12 veces (no me aguantan mis mujeres más de un año) y con cada esposa he tenido un hijo.

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  2. Ana María4/21/2022

    Me ha encantado; me recuerda al cuento de Pulgarcito con tanto hijo :)

    Yo, como Tesa, tampoco dejaría el agua así al aire, que no me fío de que vaya a caer un bicho sediento; siempre en una botella cerrada, o, si tuviese, en una jarra de cristal con dibujos grabados y un vaso a juego tapando la jarra, que tenían mis abuelos.

    Muchos abrazos de cumpleaños ;)

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    1. Ana, te haré caso a ti también. A este paso, mi mesilla va a parecer un muestrario de vasos, jarros y jarretes de diferente tipología y decoraciones. A ver dónde meto yo el despertador y los chupetes de mis hijos lactantes.
      Beso y gracias :)

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  3. Hay Diego lindo! Lo has contado muy chulo, no he parado de reír y eso, ya te dije, siempre se agradece.
    Cada noche subo mi botellita con agua y cada mañana la bajo (es que el cuarto está arriba y la cocina abajo), por lo general también con agua. Creo que si no la subiera...¡me daría sed! Y es que a veces me despierto y pienso: debería tomar agua, mi cuerpo me lo pide, pero...
    ¡me da tanta fiaca de sacar los brazos tan bien tapaditos, sentarme, abrir la botellita...¡uf! No! Giro y vuelvo a dormirme.
    Pero sé que si allí no estuviera el líquido elemento ¡seguro que no me aguantaría esa necesidad de beber agua! Por eso nomás la subo cada noche.

    Bueno ¡genial relato! Tal parece es tu cumple así que ¡Felicidades! esta noche alzaré mi copa de malbec por tu nuevo aniversario y por que sean muchos más.

    Fuerte abrazo

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    1. No conocía la expresión "me da tanta fiaca", la apunto :)
      Gracias por tu felicitación, Lu. Soy Tauro por un día, si hubiera nacido 24 horas antes sería Aries.
      Un abrazo.

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  4. Has cumplido años ? Si es así Felicidades Diego. Al menos tu neurona ahora te dejará en paz Me ha hecho gracia como te llama . Tu relato me ha recordado mi trasiego por el pasillo a oscuras hasta la cocina. Tengo una mesilla "mu "chica. A este paso no tendrás sitio en casa para tanto hijo ;)
    Buen fin de semana.
    Un abrazo

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    1. Sí, Laura, el día 21. Mogollón de años :) Gracias por tu felicitación .
      Las mesillas chicas tienen la ventaja de que no caben demasiadas cosas sobre ellas. Pero que no falten los dos vasos de agua :)
      Un abrazo.

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  5. ¡Felicidades, Diego!
    He creído entender que ha sido tu cumpleaños.
    Me ha encantado el relato.
    Posees la capacidad de llevarme de puntillas por tus letras con esa intriga y curiosidad hasta llegar al desenlace final, y además sonriendo.
    Yo, me suelo levantar al baño, y de paso me voy a la nevera y tomo un "buchito" de agua, como dicen en Sevilla. Ciudad en la que he vivido casi toda mi vida.
    Gracias, amigo.
    Gracias.

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    1. Maripaz, te aconsejo que te lleves la nevera junto a tu cama, así te ahorras los trasiegos nocturnos :)
      Un abrazo.

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  6. Hombre, felicidades. Yo hasta ahora pensaba que el número normal de vasos eran dos. Es decir, el vaso de agua para cuando se tiene sed, y el vaso lleno de Soberano donde desinfectar la dentadura postiza.

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    1. Gracias, Cabro. Me apunto tu idea, pero añadiré un vaso más, lleno de Johnny Walker, para depositar cada noche mi ojo postizo :D

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  7. Diego como sabes que soy nueva por aquí te voy leyendo poco a poco, pero no quiero de felicitarte por tu cumple, aunque no sé si estoy dentro de la octava y por el relato del agua, me voy pa la feria con la sonrisa puesta, y eso es un lujo siempre, trabajo adelantado.

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    1. Gracias, Tracy! Estás dentro de la octava y aunque no lo estuvieras se agradece igualmente. Disfruta de la Feria, y tómate un rebujito a mi salud. O dos :D

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