Agapito



Para Agapito, hombre inquieto interesado en cualquier aspecto de la Ciencia, el tiempo representaba la cuarta dimensión. Estaban las tres espaciales, X, Y, Z y luego, el tiempo, la T. Siempre lo intuyó así. Un día que iba en el metro, pensando en sus cosas, se le acercó Einstein (que casualmente viajaba en el mismo vagón) y le dijo de malas maneras: 

—¡No tienes ni idea, Agapito. Las tres coordenadas espaciales X, Y y Z van unidas indisolublemente al tiempo, T!—. Luego, el sabio siguió refunfuñando un rato y se bajó en la estación de Nuevos Ministerios. 

Agapito, persona humilde y sensible, quedó compungido por el agrio comentario de tan ilustre Físico, creador de la Teoría de la Relatividad. Pensó que el sabio debía tener razón y que él, Agapito, no era más que un simple aficionadillo a estas teorías, que no acababa de comprender. 

Pasaron algunas semanas y Agapito olvidó el asunto. 

Un día que revolvía en el viejo desván de su abuelo en busca de cuévanos y alcuzas, encontró un antiguo reloj de arena (¿o era una clepsidra?) en una esquina apartada. Sopló para eliminar el polvo. Miró el reloj con atención. “Este aparato sirve para medir el tiempo —musitó— y los dos recipientes que lo integran ocupan un espacio… espacio, tiempo…espacio, tiempo…”. Pensó que, si se metía en el interior del reloj de arena quizás se disiparían todas sus dudas y entendería al fin la teoría del gran sabio alemán. 

Sin más, dio un salto y se introdujo en el artilugio. Quedó encajado, con los pies en el gollete del reloj. Poco a poco, debido a la fuerza de la gravedad y a su peso, su cuerpo se fue desplazando hacia abajo. Primero sus piernas, luego sus rodillas y sus nalgas rebasaron el gollete y caían en el recipiente inferior, pulverizadas, convertidas en partículas elementales. Él las veía —se veía— a través del cristal. Le invadió el terror, se sujetaba como podía a las paredes internas del reloj, pero resbalaba irremisiblemente mientras gritaba angustiado. Su cintura, su vientre, sus manos, sus brazos sobrepasaban el gollete y caían pulverizados sobre el resto deconstruido de su cuerpo. Luego el pecho, la boca —un último grito— las orejas, el cerebro… y el silencio. Solo quedaba un montoncito terroso en el receptáculo inferior.

Nunca se sabrá si Agapito acabó entendiendo el enrevesado e incómodo asunto del espacio-tiempo. Quizás algún día un nieto suyo curioso suba al desván en busca de corbillas o perigallos, encuentre el reloj de arena, descubra dentro las partículas deconstruidas del abuelo y le dé por saltar dentro para ver qué pasa. Hay historias que se repiten.

Comentarios

  1. Singular relato. Me encantó.

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  2. Ana María12/14/2022

    Diego, me encanta este relato :) Mira que cruzarse con Einstein.. lo mismo no se hubiera metido en ese reloj de arena si no llega a reñirle de esa manera :)

    Lo que es seguro es que si me encuentro algún artilugio extraño en algún desván me voy a alejar con prudencia, no me vaya a convertir en las partículas elementales siendo consciente de ello :D

    Besos para ti ;)

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    1. Ana, Einstein pulula por todas partes, igual te lo encuentras cualquier día al cruzar en puente de Triana (no le preguntes nada, que tiene muy mal genio :)
      Y rebusca en los desvanes del abuelo, alguna guitarra flamenca encontrarás por ahí :)
      Besotes, Ana.

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  3. Admiro el espíritu curioso de Agapito. Solo así la ciencia puede avanzar. Pero claro, necesita tiempo para ello.;)

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    1. Cabro, el mundo avanza (a pesar de los cenutrios que lo manejan) gracias a que de vez en cuando surge un Agapito :)

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  4. ¡Qué singular historia Diego! Me ha entretenido mucho y me he quedado pensando en la ciencia.
    Eso sí, mal nacido por sabio que sea Einstein, no tenía derecho a tratar así al hermoso Agapito.
    Bueno, perdona, pero yo siempre del lado de los desprotegidos, no puedo evitarlo.
    En fin. Si la historia se repite, tal vez el nieto sea menos tímido y más seguro de si mismo y logre develar el misterio "espacio-tiempo" y ganar el entuerto con Einstein.
    Por cierto, yo de "teoría de la relatividad" nada sé, así que espero no cruzarme con dicho científico.

    Abrazo y ¡también me gustaría Marruecos en la final! pero...

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    1. La Ciencia nos salvará, Lu. Lo mismo , para salvar a Agapito, bastaría con encontrar el reloj de arena y darle la vuelta, no sé... Dudo que su nieto vaya a trastear en el desván, lo veo siempre con la playstation...
      Si te encuentras a Einstein, salúdalo de mi parte, pero de lejos :)
      Abrazo deconstruido en sus partículas elementales.
      Abrazazo.
      (No pudo ser, quizás en 4 años...)

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  5. La primera impresión de tu dibujo ... no te lo diré =)

    Creo que ha tenido mucho tiempo y espacio para comprenderlo y seguro, si su nieto intenta seguir su camino, se encontrarán allá y tendrán tiempo de debatir dentro de sus diferentes momentos. Mal por Einstein, mira que tratar mal a Agapito
    Besos, Diego

    Hace siglos trabajaba en una industria, estaba a cargo de la nómina de 500/800 trabajadores, doce hombres, el resto eran mujeres, no veas la cantidad de nombres poco comunes que veía; y cuando lo leía completo, ''en qué pensaban sus padres'', me decía, a veces pienso que todas esas bromas de nombres doble sentido salieron de allí =) y no conforme, repitieron el nombre con hijos y nietos ...

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    1. MdeN, me imagino tu impresión al ver el dibujo. Quizás debí elegir otro color para el cuerpo de Agapito y sus partículas elementales :)

      ¿Doce hombres y 488/788 mujeres? Me encanta esa superioridad de trabajadoras. Aunque imagino que esos 12 hombres ocuparían los principales puestos directivos... ¿Entre tanto hombre, una de las jefas era una mujer de negro? :D

      Agapito es un nombre extraño, singular. Yo solo he conocido dos en mi vida: uno de mis primeros profesores en Tánger (él hizo que me aficionara a las matemáticas) y un guarda forestal en nuestra Mancha (me aficionó a amar el campo). Solo dos pero muy influyentes sobre mí.

      Beso, MdeN.

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  6. Creo que no imaginaste lo mismo que yo.

    Los hombres estaban entremedio y estaban dirigidos por uno de ellos, Ángel, un hombre sesentón y muy muy sexual y alburero, por él es que estaban separados, eran como el puente de unión entre ambos talleres.
    El primer taller lo dirigíamos ocho mujeres, cinco con personal seccionado de forma balanceada y éramos tres dirigiendo al resto, incluidas las cinco.
    El segundo taller, o el pequeño, como se le decía, estaba dirigido por seis, dos mujeres con personal seccionado y un hombre dirigiendo a ellas y de vuelta, nosotras tres a todas y a él.
    Y estaba otro taller con once personas, un hombre dirigiendo a las nueve mujeres y uno más que lo dirigía a él.
    En realidad era prácticamente de mujeres, muy bien organizado en todos los aspectos, prácticamente funcionaba solo, porque todas nos encargábamos de hacer lo que nos correspondía, los únicos fallos que había y había que andar casi detrás era el de los hombres
    Beso, Diego

    Elba Gina Aparicio C.
    Alma María Del Hoyo D.
    Virginia Del Hoyo D.
    Mónica Galindo Del C.
    Zoila Cerda De La C.

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    1. Mujer de Negro, contigo no acierto ni una :D
      Seguro que la industria funcionaba muy bien, con ese equilibrio hombres-mujeres en los cargos de responsabilidad. Ojalá ocurriera lo mismo en todas las empresas del mundo...
      Un beso MdeN.

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    2. No desmerito el camino recorrido por los hombres, muchos lo han hecho bien, solo apoyo a las mujeres, el cambio y que ya es tiempo. Ojalá se pudiera compartir, sin luchas, solo equilibrando y respetando.
      Un beso, Diego

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    3. Llegará ese día, MdeN, seguro.
      Besos, MdeN.

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  7. Me gustan esos personajes como Agapito, que se atreven a ir tan lejos como les lleva su curiosidad, aunque a veces lo pasen mal.
    Hay que saber arriesgar.
    No me gusta ser demasiado prudente, porque me pierdo la aventura de vivir.
    No sé si el nieto de Agapito será capaz de subir al desván con esa curiosidad de la buena, pero yo me he ido al diccionario para saber que era un "perigallo" y una "corvilla". Mi curiosidad me lleva a indagar sobre el significado de aquello que desconozco.
    Un saludo querido Diego.

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    1. Maripaz, si el mundo progresa es gracias a los pocos agapitos que ha habido en él. Gente inquieta, que no se conforma con ver sino que quiere averiguar el porqué de cada cosa. Por eso tú te has ido al diccionarios para saber qué es eso del perigallo y la corvilla :D
      Un abrazo, Maripaz :)

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