La Ventana (2)

“Hoy mira al cielo desde el hueco vacío y, cuando hay nubes, le parece ver la silueta de su querida ventana en los cirrocúmulos de allí arriba. Entonces, siempre, saluda con la mano, lanza un beso al aire y sonríe por si sus fantasías fueran realidad” 

Así terminaba la historia del pseudo-artista que colgó una vieja ventana entre dos pinos del monte —como peculiar homenaje simbólico a la libertad y a la inutilidad de las barreras—, y que una mañana comprobó, desilusionado, que la ventana había desaparecido. Creyó, en su locura, verla volando, libre al fin, allí arriba entre las nubes. 

Semanas más tarde, olvidada su paranoia, volvió al lugar y, rebuscando, rebuscando, vio en el suelo, entre tomillos y jaras, los restos de su ventana: cuatro maderos que en su día formaban el marco. Ni rastro de la reja. Entonces comprendió: alguien la había derribado a martillazos para llevarse la reja y venderla como vulgar ferralla, ¡qué poca sensibilidad!, ¡qué poco amor al arte!, ¡qué abuso de la serendipia!. 

Y volvió la paranoia. Observando los cuatro maderos, anduvo barruntando qué hacer con ellos, qué podría construir, cómo podía entrelazarlos de modo que constituyeran otra obra de arte simbólica para colgarla de los mismos pinos que un día sostuvieron, casi levitándola, la ventana-libertad original. Pero no andaba muy inspirado el hombre. 

Al final decidió comprar una guitas de esparto en Cá’Onofre, el alpargatero, y unir los maderos —tres, el cuarto era un manojo de astillas inmanejable— de alguna forma que ya se le ocurriría. Y se le ocurrió. Colocó uno vertical, de manera que marcase el meridiano del paso por el lugar del Sol en los solsticios, y dos horizontales: el inferior indicaría la línea del horizonte y el superior, la tangente a la eclíptica el día del solsticio de verano (sí, era complicado y retorcido el hombre…). Llamó a su obra “La Levitación de los Solsticios”. La colgó como pudo entre los dos pinos, la miró, le satisfizo y se marchó al pueblo canturreando unas pardicas. 

Volvió al cabo de dos semanas y, ya desde lejos, vio que la cosa seguía colgando entre los pinos, mecida suavemente por el vientecillo serrano. Sonrió al comprobar que esta vez nadie había destrozado su obra de arte. A medida que se acercaba observó, al pie de “La Levitación”, una figura humana. Un hombre estaba arrodillado, postrado frente a los maderos, con los brazos alzados, en actitud de adoración ante lo que sin duda consideraba una aparición divina o ultraterrestre o, quizás, extragaláctica. 

Hoy, el artista ha convertido el sitio en un lugar de peregrinación y se ha forrado vendiendo a los peregrinos, que no dejan de acudir, botellines con agua de la acequia cercana, escapularios, reproducciones en miniatura de su obra de arte, estampitas, fotos, cocacolas y bocatas de panceta. A veces, los hados se ponen del lado de los artistas, que tan necesitados están de llevar una existencia desahogada mientras siguen vivos.

(Fotos: la ventana robada, la Levitación de los Solsticios y el peregrino orante)


Comentarios

  1. Jaja, Diego, esa foto es muy expresiva, como genial el relato. Siempre nos enseñas trucos nuevos.:)

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    1. Gracias, Cabro. Muchos de los trucos los aprendo de ti :))

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  2. Ana María2/01/2023

    Diego! Cómprame una de esas reproducciones en miniatura para ponerla encima de la tele, ahí casi levitando también :)

    Me encanta el peregrino adorador :D

    Besos para ti ;)

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    1. Ana, te compro dos por el precio de una, que ahora están de oferta :)
      La verdad es que el peregrino adorador es un tipo muy majo :)
      Besos.

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  3. Disculpa, pero al final me he tenido que reír. Magnífico texto.
    Feliz jueves.

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    1. Gracias, Enrique. Reírse es sanísimo :)
      Un abrazo.

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  4. Hola Diego, me encantó esta historia tan original y con un final tan acorde a los tiempos que vivimos que me ha causado mucha risa. ¡Y eso se agradece amigo!
    Y la imagen de la ventana, ya te lo he dicho creo, me parece encantadora.
    Fuerte abrazo va desde mi sur

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    1. Lu, te digo lo que a Enrique. ¡Qué sería del mundo sin humor! .)
      Me voy a dar un paseo por tu sur del sur :)
      Abrazazo desde mi este.

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  5. Será que el arte sacro tiene muchas oberturas e interpretaciones ;)
    Ahora podrías patentar un nuevo dicho: "La fe abre ventanas"...
    Muy buen e ilustrado relato, Diego.
    Abrazo.

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    1. :D "La fe abre ventanas". Lo inscribiré en uno de los maderos de mi engendro (antes de que me lo roben :)
      Un abrazo para ti, Zarzamora.

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  6. Ese orador arrebatado está genial, Diego, así como la solución a ese hueco que había entre los árboles y en el corazón del artista, ahora todo está en su lugar...

    Los maderos no se cotizan tanto como la ferralla, aunque con estos fríos...¿qué tal arde la guita de esparto?

    Oye, que bien sientan unas risas...

    Diego, ahora que lo pienso, creo que repasando tu lista de "merchandising" milagrero, pocos jóvenes sabrían que es un escapulario.

    Abrazos,

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    1. Tesa, la guita de esparto no sé cómo arderá, pero los maderos seguro que muy bien, y quizás las cenizas sirvan para snifarlas... Cualquier día me los chorizan también. Si es que no los quemo yo mismo :)

      En lo de los escapularios te doy toda la razón, fue un error de marketing. Solo he vendido uno, engañando a un guiri qie pasaba por allí :) El resto va como la seda. De esta me retiro :)

      Abrazote con destino Barcelona.

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  7. Una interpretación distinta a la de su creador; y tan valida =)
    Las imágenes me han gustado, obviamente tu texto mucho más, me encanta el ambiente que ofreces, apetece estar allí, recorrer lo que ven tus ojos.
    Besos, Diego

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    1. MdN, si alguna vez vienes por estos lares, te llevo al lugar (y te regalo un escapulario :)
      Un beso.

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