Picoesquinas (6)

 

Transcurrieron varios años, habían olvidado a aquel hombre. Seguramente —pensaban— habría abandonado la ciudad. Pero un martes por la mañana reapareció por la calle que delimita el gran jardín, atravesó los soportales de la plaza mayor en dirección a la fuente central, cuya agua rebelde le salpicó los zapatos. Salió de la plaza por la puerta de San Ginés. Dobló la esquina e hizo un giro a su izquierda, continuando por la alameda. Cruzó después las tres calles siguientes y torció, en la cuarta, a su izquierda. Continuó hasta el chino de la esquina, y, aunque miró el escaparate, no se detuvo. Entró en el parque por la Puerta de los Emigrados. Recorrió el sendero que rodea el lago y llegó hasta el Arco del Serbal, que atravesó para salir del parque. Continuó durante cinco bocacalles más, viendo de soslayo su imagen reflejada en los escaparates de los comercios, aún cerrados, y siguió hasta la puerta del híper. No entró. Alcanzó la cafetería del Viñales y, al llegar al párking, torció por la bocacalle de la derecha y cruzó la avenida por el paso subterráneo (no utilizó la rampa para discapacitados sino las escaleras adyacentes). Salió de nuevo a la superficie y enfiló el paseo marítimo pasando por el Pórtico de la Victoria. Al llegar al chaflán del anís del mono giró a la derecha, donde la tienda de ultramarinos de la Engracia, caminó doscientos metros y tomó la calle paralela. Cruzó luego el paso de peatones detrás de la señora del carrito de la compra, a la que adelantó justo antes de llegar a la otra acera, y continuó hasta la parada del autobús (el 52 concretamente), en la que aguardaban dos hombres (uno parecía extranjero). Embocó la calle ancha, que siguió por su bulevar central, sorteando los chiringos protegidos del sol con sombrillas de colores, la mayoría verdes (alguna gris, desentonando). Siguió después recto entre los setos de aligustre hasta alcanzar la Fuente de los Tres Apóstoles. No bebió. Al rato se detuvo en el quinto semáforo, para cruzar, y continuó por la calle perpendicular. Cruzó dos avenidas y cuatro calles más, llegando a la Gran Plaza, a la que accedió por la puerta porticada y la atravesó, de noroeste a sudeste, por el espacio enlosado prohibido a los coches, esquivando la estatua ecuestre de Epaminondas, situada en su centro y a los comensales sentados en las terrazas, repletas a esa hora. Se detuvo en el semáforo y, cuando verde, atravesó la avenida. Torció luego a su derecha y siguió recto un cacho.

Comentarios

  1. Tremendamente original, Diego. Un gran ejercicio de redacción y de memoria.
    Feliz martes

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    1. Gracias, Enrique. ¿Andará buscando algo este hombre?
      Un abrazo.

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  2. ¡Ostras, Diego, me quedé sin aliento!. Nos has descrito a nuestro Forrest Gump versión Spañistán. Sonrío.
    Abrazo.

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    1. Tienes razón, Zarzamora. Es como Forrest Gump pero en plan urbano y peatón en lugar de corretón :)
      Un abrazo.

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  3. Ana María2/07/2023

    Diego, yo creo que a ese hombre se le escacharró la tele y cualquier tipo de aparato de comunicación con el exterior y acaba de salir de su casa después del encierro al que nos sometieron en 2020; lleva el pobre tanto tiempo sin andar más de 4 metros seguidos que ya no va a parar de moverse en un tiempo :)

    Besos para ti ;)

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    1. ¡No se me había ocurrido, Ana! :D Quizás sea efectivamente una víctima del encierro del covid (los efectos secundarios, ya sabes). Ahora se dedica a compensar los "andares" períodos durante su reclusión. Si lo ves pasar delante de tu casa, dile que pare de una vez, que tanto ejercicio no es sano :)
      Besos, Ana.

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  4. Y seguro que todo ese trayecto, y lo que le queda, sin mirar la hora. Así es como se disfruta andando.

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    1. Cabro, imposible olvidar la hora. Aparece en cada picoesquina de nuestros divagares itinerantes. Disfrutar parece que sí disfruta :)

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  5. Sin duda lo va disfrutando, caminando y observando, me gusta
    Beso, Diego

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    1. Efectivamente, MdeN. Yo creo que va silbando por lo bajini.
      Beso pa ti, MdeN.

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  6. Me he cansado sólo de leerlo :)

    Se nota que es un relato de ficción porque en ningún momento ha mirado el móvil...

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  7. Ayyy ese hombre! Debería parar aunque sea en el parque para tomar agua! Es más, podría haberse quedado a comer un sandwich en alguna terraza.
    Digo yo; caminaría por deporte, para espantar malos pensamientos, por el placer de caminar o estaría buscando quien sabe qué?

    Ingenioso relato amigo Diego!
    Tarde pero lego y espero te llegue mí abrazo

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    1. Lu, a ese hombre desconocido no hay quien lo detenga. Ni quien lo comprenda :)
      Un abrazazo.

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