La ventana (3)


“Hoy, el artista ha convertido el sitio en un lugar de peregrinación y se ha forrado vendiendo a los peregrinos, que no dejan de acudir, botellines con agua de la acequia cercana, escapularios, reproducciones en miniatura de su obra de arte, estampitas, fotos, cocacolas y bocatas de panceta”
 

Una tarde, a la hora de la siesta, Obdulio —así se llama el artista, ya es hora de que lo presente— se mecía suavemente en su hamaca, que había instalado entre dos pinos. Allí solía descansar cuando la afluencia de peregrinos cesaba. En esos momentos de asueto absoluto se entretenía en observar las aves, escuchar sus trinos, el susurro producido por la brisa al acariciar las acículas, en oler pólenes y resinas. El balanceo le procuraba una modorra insalvable, que lo invadía poco a poco, sin remisión. Quien se ha tumbado en una hamaca al aire libre sabe de lo que estoy hablando. 

Discurrían los minutos, los párpados se cerraban… 

Un pajarraco se acercaba desde el oeste, volando sobre el perfil de la Loma de los Chicharrones. Dio tres vueltas sobre Obdulio y acabó posándose sobre uno de los pinos que sostenían la hamaca. Era feo, pero feo, feo: ojos saltones sanguinolentos; pico alargado —astillado en su punta—; cuello breve y arrugado, desprovisto de plumaje; alas retorcidas y decurrentes cubiertas por escasas plumas mal teñidas de rubio (se veía el color canoso de raquis y cálamo); cola desaliñada sosteniendo entre sus plumas el cadáver de una margarita antigua, marchita; patas gruesas, varicosas, de color verdoso amarillento, pringosas de cremas anti-cosas; pies deformes con uñas retorcidas, pintadas de un azul sucio. La imagen patética de alguien que intenta conservarse pero no lo consigue. 

El pajarraco se colocó justo sobre la cabeza de Obdulio, lo miró con mirada miope, se movió un poco sobre la rama, como apuntando, abrió su cloaca y expulsó un cagarrio enorme, de color blanquirrojo azulado y consistencia líquido-pastosa, cuyo objetivo evidente era reventar sobre el rostro de Obdulio. 

—¡Obdulio!, ¡Obdulio! —lo despertó, sacudiéndole el hombro, una peregrina de agradable rostro risueño— quiero comprar un par de escapularios y un bocata de panceta. 

«He estado soñando» pensó Obdulio. Se desperezó y, bostezando, se dispuso a bajar de la hamaca. El aire olía a azufre, a lodos putrefactos, a chocolate caducado. Cuando puso los pies en el suelo, casi pisa un enorme cagarrio viscoso que aún humeaba entre dos matas de torvisco. No lo vio. Ni oyó, allá a lo lejos, sobre la Loma de los Chicharrones, los graznidos desafinados de algo que se alejaba, volando torpemente, hacia el oeste.

 

Comentarios

  1. ¿De verdad no te atreves con más extensos trabajos, aprovechando tu maravilloso dominio del léxico?.
    Placentero, real y bucólico el video.
    Menos la cagarria despertadora, todo parece perfecto.
    Aunque ese es el precio a pagar por saber disfrutar de la naturaleza.
    Te envidio.

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    1. Juan, la naturaleza es gratis y está ahí al lado :))
      No creas que domino el léxico, muchas de las palabras las busco en el diccionario, español o "murciano" :))
      En cuanto a la palabra "cagarrio" me parece tan expresiva, contundente y poética que creo que la RAEL la debería incluir en su diccionario. ¿Cómo, si no "cagarrios", se puede denominar a las tremendas deyecciones de las palomas torcaces que se han instalado en nuestras ciudades y utilizan la carrocería de nuestros coches como letrinas particulares, dejándola hecha un estercolero? Cagarrios, señores académicos, cagarrios :))
      Un abrazo, amigo Juan.

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  2. Esas deposiciones son tan corrosivas que seguro que Obdulio amanece con quemaduras de primer grado.:))

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    1. Terroríficas, Cabro. Menos mal que el pajarraco era miope y erró el tiro :))

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  3. Así es la misma vida, Diego. El cagarrio puede caerte al menor descuido.
    Vivaz.

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    1. Sobre todo si vives en Madrid o Barcelona, Enrique :))
      Un abrazo.

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  4. Madre mía, menudo sueño, eso si que es una pesadilla y no lo mío con los androides, que además todos son igual de guapos que Roy Batty de Blade Runner.

    Eres un fantástico narrador, con un dominio excelente de la palabra o palabras, algunas que son para mí nuevas como "cagarrio"

    Hace poco me lanzó su cagarrio una paloma, no era muy grande, pero la tipa acertó dándo de lleno en mi pelo. Suerte que siempre llevo de esas toallitas húmedas que solemos llevar la abuelas y ya me ha quedado la costumbre...

    Me río entre tu sueño y mi realidad, Diego, llegué a casa y pese a que no tenía rastro de cagarrio me metí corriendo debajo de la ducha... estremecida de sólo pensar en la cagada.

    Un abrazo,

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    1. ¡Hola, Tesa! Ya le cuento a Juan Trujillo mi opinión sobre "cagarrio", hermosísima palabra :))

      Te cuento una experiencia mía sobre cagarrios. Íbamos un día un grupo de amiguetes ciclistas por una carretera de la sierra madrileña. En el cielo volaban en círculo unos cinco o seis buitres, sobre nuestras cabezas. De repente, uno de mis amigos, Moisés, exclamó ¡¡¡Me cago en... (etc etc)!!! Nos detuvimos todos y vimos que tenía un enorme cagarrio buitrero, del tamaño de una bosta de vaca, en la espalda y en el caso :)) Eso es puntería y no la del pajarraco de Obdulio :))

      Lo tuyo ha sido menos grave. Las toallitas hacen su papel. Pero es mejor que te pongas un casco de ciclista de ahora en adelante, no sea que haya un buitre merodeando sobre tu cabeza ;D

      Un fuerte abrazo, Tesa.

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  5. Diego. ahí tumbado en la hamaca las musas te han bendecido con un magnífico relato.
    Envidia me has dado...jejeje.
    Yo suelo tumbarme también de esa manera, cuando visito la casa del pueblo que tiene mi hermana con jardín, y con hamaca.
    Una delicia.
    Eso si, cuando menos lo piensas, te puede caer un "cagarrio" encima.
    Me ha encantado la palabreja.
    Abrazos.

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    1. La hamaca es uno de los grandes inventos del hombre, aunque es más frecuente en los países caribeños que por estos lares. Lo difícil a veces es bajarse de ella sin que se dé la vuelta y te pegues un morrón :)
      Abrazo, Maripaz.

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  6. '''''''''''''''''''''''''''''''''''''

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  7. Cada uno paga con lo que tiene... el pobre pájaro sólo intentaba ser amable, pobre.

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    1. Quizás, Beauséant, pero... hay amabilidades que matan :)

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  8. Y yo que sueño con tener una hamaca entre dos árboles. Los pájaros que se acercan en mi ciudad, son gorriones cada vez más escasos y, unas cotorras argentinas que se devoran todo, pero son muy bonitas. Eso sí que evitaría con alguna seda los “cagarrio”. ¡Qué palabra más poética!.
    Abrazos Diego. Llegué a tu blog porque comenté en el de Carlos.

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    1. Tatiana, seguro que en tu jardín de lapizlázuli encuentras dos árboles entre los que tender una hamaca :)).
      Cierto, los gorriones escasean cada vez más, también en Europa. Al revés que las cotorras argentinas, cada vez más abundantes. En España se están extendiendo por los jardines y parques de muchas capitales, y ya veo que en Chile también. Para mí lo peor son sus "chillidos" :))
      Un abrazo, y mucho gusto en conocerte.

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  9. Tuve una hamaca y sé de sus delicias... esos pajarracos que van de cagalera allá por donde pasan son una maldita plaga. Deberíamos formar un club tirachinas y zass plumas fuera. Deberías cubrir esa hamaca con un estiloso palanquín porque este especímen es reincidente.
    Aunque hasta podría sacarle rendimiento Obdulio al cagarrio vendiéndolo como una premonición del ave descendiente de Quetzalcoatl... es sólo una idea ;)
    Abrazo, Diego.

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    1. Zarza, tú sí debes saber de pájaros que se te acercan para comer moras :))
      Le voy a transmitir a Obdulio tus ideas. La del tirachinas me parece muy buena, pero seguro que lo utiliza no para desplumar al pájaro, sino para apuntar a sus cojoncillos :)) Lo del palanquín está hecho y lo de vender cagarrios quetzalcoatlianos también :)) De estas se forra Obdulio .
      Un abrazo, resalá :)

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  10. Vaya manera de soñar la de Obdulio!
    Otra gran historia y ¡me gusta la palabra "cagarrio"!, no así que un pajarraco me "cagarrie"
    Abrazo va (uno más en el mismo día)

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