Ignorancias


Ahora voy a imaginar que soy una hormiga. Con patas de hormiga, cerebro de hormiga, inteligencia de hormiga (es difícil imaginarlo, pero, cerrando los ojos y apretando con fuerza las mandíbulas, se consigue). 

Ya está, conseguido, soy una hormiga. 

Estoy caminando sobre algo, no sé muy bien qué, las hormigas sabemos pocas cosas. Busco una miga de pan, un granito de azúcar, una gota de néctar, aunque no sé lo que es el pan, ni el azúcar, ni el néctar. Mi genética primitiva, elemental, sólo me ordena: “sigue la fila, abandónala para buscar algo comestible, encuéntralo, vuelve a la fila, regresa al hormiguero, deposita lo que hayas encontrado”, y a recomenzar mil veces. 

De repente, convulsión, vuelo, velocidad, violencia —¿qué es la violencia?—. He pasado, en un instante, de estar caminando sobre algo a estar en el suelo, entre acículas de pino y piedrecitas (tampoco sé lo que es el suelo, ni una acícula, ni un pino, ni una piedrecita). Alterada y confusa, busco el rastro de ácido fórmico —¿qué es…?, etc.—, me reincorporo a la fila, regreso al hormiguero. 

Allí les cuento a mis compañeras —en el lenguaje de las hormigas, algún lenguaje tenemos— lo que me ha ocurrido. Un milagro —dicen—. Inventamos dioses, santos, rezos, cielos e infiernos para intentar explicar lo inexplicable desde nuestro razonamiento primitivo. La ignorancia absoluta siempre busca justificaciones. 

Ahora desaprieto las mandíbulas, abro los ojos. 

Ya está, vuelvo a ser un hombre, pienso en modo hombre. 

Lo ocurrido a la hormiga es para mí muy fácil de explicar (no en vano me he autodenominado, en un acto de soberbia y engreimiento absolutos, “Homo sapiens”). He aquí los hechos, desde mi perspectiva humana, tan distinta de la hormiguil: 

Estoy en el monte. Me siento: un alto a la sombra después de subir una ladera. Sudo, me quito el sombrero. Y veo, caminando tranquila por la visera, una hormiga. Junto los dedos medio y pulgar de mi mano derecha, a modo de palanca, y, sin acritud, le arreo un papirotazo. La hormiga vuela unos metros y aterriza más allá, a mi izquierda, entre la juma del pino que me cobija. Lo que para ella es un milagro para mí es un simple papirotazo. 

Me recoloco el sombrero —ahora sin hormiga—, me levanto, sacudo mi culo para liberarlo de tierra, y continúo el camino de vuelta a mi casa.. 

Y voy pensando… ¿no seremos los humanos como hormigas para otros seres más inteligentes, inasequibles mentalmente para nosotros?, ¿no estaremos expuestos a recibir papirotazos incomprensibles para nuestra limitada inteligencia?, ¿por qué creemos que somos el summum de la sapiencia y el conocimiento?. La Ciencia, poco a poco, va desentrañando y entendiendo lo muy grande del Universo y lo muy pequeño del Átomo —¡Dios, te hemos superado, qué lejos te vas quedando, allí sentado, sin hacer nada!—, pero creo que hay verdades que nunca llegaremos a entender. La inteligencia humana, como la de las hormigas, tiene que tener un límite, una asíntota insuperable. Yo prefiero que sea así, el conocimiento total, la omnisciencia han de ser un verdadero coñazo, el final de la fantasía y la imaginación. 

Voy llegando a casa. Me sigue un perro. 

(Foto: unas hormigas se afanan en torno a una agalla de rebollo)

Comentarios

  1. Es cierto que, a mí mismo, muchas veces, me recreo en la misma conclusión de tu texto (texto que me ha recordado a la Metamorfosis de Kafka) y de si somos solo una microscópica parte de un mundo absorbente e intangible.
    Bien llevado el texto hasta la conclusión con un final muy aceptable, Diego.
    Feliz sábado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Enrique, yo estoy convencido de que somos esa parte microscópica de la vida que existe en el Universo. Aunque no lo reconozcamos. El hombre siempre se ha (nos hemos) considerado el ombligo del mundo.
      Un abrazo.

      Eliminar
  2. Si ya siendo ignorantes mira cómo la líamos, imagina si alcanzáramos la omnisciencia. Espero que no llegue ese día. El Universo se merece algo más.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. :)) Buena reflexión, Cabro. Esperemos, esperemos, sería terrible :)

      Eliminar
  3. Según leía la ajetreada vida de la hormiga pensaba eso, no es muy diferente del resto de nuestras vidas... quizás hemos ido un paso más, quizás hemos puesto nombres a las cosas y hemos ideado un montón de causas y efectos que expliquen las cosas, pero en el fondo seguimos siendo esas criaturas asombradas y asustadas ante un universo incomprensible...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Exactamente, Beauséant. En realidad somos (sin saberlo) una colmena de individuos que viven apiñados, realizando labores repetitivas y rutinarias, como las abejas. ¿Se aprovecha alguien o algo de nuestra actividad? Nunca lo sabremos.

      Eliminar
  4. Cuando observo el cielo y su infinita maravilla no puedo menos que sentir que somos seres minúsculos frente a la magnificencia del todo. Tal vez, la vida y el universo de las hormigas se parezca al nuestro, en el hecho de que es limitado. Nuestra inteligencia no podría soportar toda la gran verdad.
    Abrazos Diego, me has dejado pensando.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tatiana, sólo pensar que la luz que nos llega de la galaxia más cercana (Andrómeda) es la que emitió esa galaxia hace más de dos millones de años-luz ya da vértigo y nos da la verdadera dimensión de lo que somos en el Universo. Y hay millones de galaxias mucho más lejanas. Pensar que no hay inteligencias superiores a la nuestra en toda esa enorme dimensión espacial es de imbéciles engreídos.
      Abrazote, Tatiana.

      Eliminar
  5. Interesante escrito
    Nos deja cuestionando lo mínimo que somos ante otras perspectivas

    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Carlos. Lo importante es cuestionarse estos enigmas.
      Un abrazo.

      Eliminar
  6. Todo es posible Diego. Interesante y bien narrada la historia.
    Infinito es el Universo para que seamos los únicos seres "inteligentes"-aun con límites- en él

    Creo que si fuera una hormiga...¡viviría agotada! Son extremadamente laboriosas aunque, tal vez, ellas también tengan "hormigas mayores" que se dediquen a trabajar un poco menos y pasear por allí sin tener que cumplir horarios. 😊😊
    Beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, Lu. Pero hay muchos que se creen el ombligo del mundo. Un poco más de humildad hace falta en este planeta.

      Para mí, las hormigas son excesivamente disciplinadas, cada una, en su casta, sabiendo qué tiene que hacer sin desviarse ni un milímetro de su cometido. Debe ser muy aburrido ser hormiga. Y muy cansado.

      Eliminar
  7. Es absurdamente ridículo pensar que estamos en la cima de todo.

    ResponderEliminar
  8. Entre hormigas y moscas cojoneras nos situamos. Ellas (las hormigas)son mucho más solidarias y menos egocéntricas.
    Cuando somos
    insignificantes además de soberbios.
    Abrazote, Diego.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Las hormigas son más discretas, Zarza. Las moscas cojoneras son menos en número pero más molestas. Yo tengo una que me visita casi todos los días, dejando sus cagadillas en mi blog (o en el suyo).
      Soberbia, tú lo has dicho.
      Un abrazo.

      Eliminar
  9. Nos creemos seres únicos, en efecto, Lu, cada uno subido a su pedestal. Sin embargo, todos sabemos que el único ser único en este sufrido planeta... soy yo :))
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  10. Mujer de Negro5/24/2023

    Somos arrogantes al creer que estamos por encima de todo y de todos, quizás por eso hacemos lo que hacemos y así nos va.
    Oye, pero la picadura de una de ellas siempre la recuerdas, al igual que a toda su familia 🤷

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. MdeN, las picaduras de las hormigas son molestas, más molestas que las de las moscas cojoneras, y yo tengo una que viene cada día a picarme a mi blog. Se ve que le divierte :))
      Un beso.

      Eliminar
    2. También me visita, toca apechugar; ya es mayorcita
      Beso, niño

      Eliminar

Publicar un comentario