Delicatessen


Últimamente sólo me alimento de insectos. En las catas de estos artrópodos, a las que asisto regularmente, he sido capaz de diferenciar matices, sabores, aromas imposibles de distinguir por un comensal vulgar. Varios premios nacionales e internacionales avalan mi categoría en esta disciplina gastronómica. Sin pecar de inmodestia, creo que soy un auténtico “gourmet de insectos”.

Particularmente, me gusta comerlos a la plancha, vuelta y vuelta. Así disfruto de los sabores “puros” de cada componente del cuerpo del insecto, sin enmascarar estos sabores con aditamentos de salsas, verduras o mejunjes que no hacen más que adulterar la esencia gastronómica del bicho. 

Voy a dar algunos consejos para lograr extraer de estos animalillos lo máximo de los placeres gustativos que nos pueden proporcionar. 

En primer lugar, al insecto hay que consumirlo fresco, es decir, cazarlo ―mediante manga o atrayéndolo con luz nocturna― como máximo una hora antes de su ingesta. Como yo no soporto el sufrimiento animal, una vez cazado el insecto lo introduzco en un frasco de cristal abierto, y le canto, suavito, una nana del tipo “arrorró mi niño, arrorró mi sol…” u otra cualquiera. El insecto cae en una especie de catalepsia, arrullado por la melodía y el soniquete; pliega sus patitas y se duerme profundamente, de modo que el tránsito hacia la otra vida es para él un camino pleno de felicidad, luz, amor y paz. 

El tránsito. Coloco el insecto panza arriba sobre una plancha muy caliente, agrego una gota de aceite virgen extra (arbequina, siempre) y, a los quince segundos, le doy la vuelta panza abajo. Transcurridos otros quince segundos ya está el artrópodo “à point” (como me gusta a mí), listo para degustar. Lo extraigo de la plancha y lo presento en un plato cualquiera, sin adornos ni emperifollamientos innecesarios. 

La ingesta. Comer un insecto requiere cierto ritual. Los insectos constan de tres partes diferenciadas: cabeza, tórax y abdomen, cada una con sus órganos y componentes específicos. Yo comienzo a degustar la cabeza, continúo con el tórax y finalizo con el abdomen. Mis pautas las explico a continuación. 

La cabeza. Es el órgano que queda más churruscadito, más “crujiente”. Empiezo arrancando las antenas y chupando sus escapos y demás artejos, a modo de aperitivo. Luego sorbo el contenido de los omatidios, de sabor y textura delicadísimos. Continúo masticando la glosa, la lacinia, el cardo y la gálea de las mandíbulas, y finalizo saboreando el clípeo, el labro, la gema y el vértex. Por ese orden. Una sinfonía de sabores crecientes que matizo en boca con un “Castillo de Jumilla Crianza 2019” de Bodegas Bleda. 

El tórax: Es la parte más insípida del cuerpo de un insecto. Lo primero que hago es desprender las alas y las patas, que aparto en un borde del plato. Luego relleno el espacio que forman los escleritos ―tanto los primarios como los pleurales y ventrales― con una especie de changurro que elaboro con cebolla, puerro, brandy y tomate (es mi única excepción a utilizar en la ingesta sólo elementos orgánicos del propio insecto, pero es que el tórax, si no lo aderezas con algo, no sabe a nada, lo aseguro, a nada de nada). Las alas ―o los élitros en su caso― son indigestos, yo no los como. En cuanto a las patas, al masticar la coxa y el trocánter se extrae un sabor agradable y suave, con matices de hierba cervuna, del que yo no sé privarme. Antes de continuar con el abdomen trasiego un par de sorbos, o más, del vino de Jumilla antes citado. 

El abdomen. Aquí radica la verdadera exquisitez de este manjar, la delicatessen, la “crème de la crème”. Hay que comenzar extrayendo los túmulos de Malphirgi, por el sabor amargo que pueden transmitir al resto de elementos. Una vez extraídos los túmulos, yo separo cada segmento del abdomen, con su tergo y esternito correpondientes, y los voy llevando a mi boca, uno a uno, pausadamente, enterándome. La explosión de sabores y aromas retronasales —acompañados con notas de fruta roja, de minerales calizos y de parénquimas meristemáticos— inunda mis sentidos. Sencillamente delicioso, inolvidable. Entre la deglución de un segmento y la del siguiente —ocho o nueve rodajitas—, me pego sin pudor un lingotazo de Jumilla para prolongar la sensación de éxtasis. 

Como digno colofón de tan maravilloso manjar, me limpio los morros y eyecto un potente y sonoro eructo que hace volar las alas que antes dejé en el borde del plato, alas que se elevan en el aire recreando una imagen simbólica, distorsionada y fantasmagórica del insecto del que formaron parte.

Comentarios

  1. Anónimo9/07/2023

    ¿Qué insecto se puede comer en España?
    Los cuatro insectos que se pueden comer en España y que ya se venden en algunos supermercados.Gusano de la harina. Conocido científicamente como tenebrio molitor, es el primero insecto autorizado para consumo humano desde mayo del año 2021. ...
    Langosta migratoria. ...
    Grillo doméstico. ...
    Larvas de escarabajo.

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    1. Interesante aportación.
      Mucha (y resto del "Clan de Miami"): he eliminado los otros 8 comentarios que me habéis enviado por soeces y llenos de insultos. Nada nuevo, es vuestro estilo habitual de expresaros. Veo que sigues obsesionada conmigo, es tal tu encono hacia mí, tu rabia y persistencia que haces que me sienta importante :))

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  2. Gracias a ti ya conozco las partes que lo componen, lo que debe degustarse y lo que no, si algún día me decido... quizás...
    Lo seguro es que pediré tu consejo.

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    1. Hola, Maia :) Si algún día te decides, te recomiendo que degustes especialmente el clípeo, su sabor es inolvidable :)

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  3. Una gran innovación nutricional. La degustación de caracoles y el gusano en el mezcal son ya el pasado.

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    1. Tienes razón, Cabro. Y muchos snobs dejarán de exclamar "délicieux!", cerrando los ojos, cuando ingieran, en un restaurante francés, "des escargots" o "des huîtres", que no dejan de ser mocos más o menos sólidos :)

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  4. Esa fina línea que separa el gourmet del psicópata :)

    Me has puesto mal cuerpo, lo reconozco. Aunque eres un visionario, al paso que vamos sólo quedarán insectos en este páramo.

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    1. Beauséant, al que tú llamas psicópata yo lo llamaría hortera. Conozco a más de uno que, al pedir en un buen restaurante un vino caro y traérselo el chef y dárselo a probar, lo rechaza sistemáticamente (después de mirarlo al trasluz, darle vueltas en la copa, meter sus narices hasta la nuez, echar un buchito, hacer gargaritas y tragárselo). Naturalmente, la siguiente botella que le traen es de un vino de mucha menor calidad, casi de garrafón, que acepta con un "este sí" después de hacer todas las ceremonias y parafernalias que hizo con el vino anterior.

      Yo estoy convencido. El último bicho que quedará en este páramo será una cucaracha :)

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    2. A esos es fácil distinguirlos, a los vinos lo llaman caldos :) Con eso ya puedes salir corriendo :)

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  5. Ana María9/07/2023

    Hola!
    Lo que tengo claro es que no voy a probar ningún insecto nunca; no he probado los caracoles, que los hacen mucho por mi tierra, como para probar un insecto xP

    Un beso para ti :)

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    1. Ana, a ti lo que te gusta son los rebujitos y la torta de camarones :))
      Te cuento una anécdota (que a lo mejor conoces). En uno de mis viajes a Colombia conocí a una colombiana con la que entablé una muy buena amistad. El día que nos despedimos, en el aeropuerto, me dijo que en Colombia vendían botes de insectos para su consumo y que me mandaría uno para que los probara. Y cumplió, me lo envió a Madrid. Era un bote muy atractivo y, cuando lo abrí, estaba lleno de hormigas, muy tostaditas. Unas hormigas gordotas, oscuras, bonitas. Había que cogerlas por la cabeza y comer el abdomen, me había dicho. Lo intenté, pero... fui incapaz (por supuesto le escribí a mi amiga que estaban deliciosas :)). También he visto en Marruecos a una mora coger una langosta en un prado y comérsela viva. En el fondo es una cuestión cultural. A ellos a lo mejor les repugna comer una ostra, o un caracol, o una chirla cruda. Después de aquella experiencia con las hormigas, sí he comido larvas (pequeñas) de no sé qué escarabajo, tostaditas, y aseguro que estaban bastante buenas. Es inevitable, acabaremos comiendo artrópodos.
      Un beso, Anu.

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    2. Ana María9/08/2023

      Diego:)

      Algo me suena eso de la colombiana; por supuesto donde esté el rebujito (inventado cuando yo iba a la feria con 15 años, y decían que eso era un crimen para el vino) y las tortillitas de camarones que se quiten los grillos y las hormigas fritas :))

      Mira que yo no vi moras haciendo esas cosas en Marruecos; claro que tampoco salimos casi nada de las medinas.

      Beso para ti ;)

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  6. Me dejas entre maravillado, sorprendido e incrédulo, Diego, pero hay que reconocerle a tu texto su mérito pues hay que tener mucha experiencia para poderlo relatar como tú lo has hecho.
    Gracias., me guardo el texto pues ese tipo de alimentación es la próxima.

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    1. Enrique, en segundo curso de mi carrera universitaria, una de las asignaturas era Entomología. Desde entonces me fascinan estos bichejos :)
      ¿Te imaginas que en el restaurante La Dársena, del puerto alicantino, especialista en arroces, algún día incluyeran en la carta "arroz con hormigas"? :)) Al tiempo.

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  7. Que me den tanto asco los insectos y me guste tanto el texto ya dice mucho sobre el nivel de escritura. Dicen en los comentarios que hay que tener mucha experiencia para relatarlo así. Por supuesto, una gran experiencia literaria. Saludos.
    De aves a insectos y tiro porque me toca.

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    1. Gracias, Sergio. Sobre todo porque viene de alguien que escribe como tú. Yo soy un simple aprendiz que se apuntó un día a un taller de narrativa.
      Aves, insectos, sapos, árboles, rocas, cumbres, cielos, constelaciones, galaxias... hay tanto que admirar en la Naturaleza... :)

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  8. Excelente lección de entomología, maestro. Chapeau!!
    Probé algunos ya en México y si uno mira lo que es, están buenos.
    Bon appétit, Diego!!
    Menudo festín te has montado ;)
    Abrazos.

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    1. Hola, Zarza. Yo prefiero no mirar lo que es. Lo mejor es comerlos con los ojos cerrados :)
      ¿Cómo se dirá "trocánter" en francés? :)
      Merci, Mûre!!
      Abrazote.

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    2. Desconocía la palabra en francés como muchas otras de las que mencionas...
      la he buscado (para no morirme más bruta de lo que soy) y aquí te dejo la traducción y definición:

      Trochanter
      nom masculin

      (grec trokhantêr)

      1. Chacune des deux tubérosités arrondies que présente le fémur à l'union du col avec le corps, le grand trochanter et le petit trochanter, ou trochantin.
      2. Deuxième article de la patte des insectes, situé entre la hanche et le fémur.
      Et voilà!!
      Pas de quoi, Diègue!!
      Abrazote.

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    3. ¡Gracias, Mûre! :)) Hay que ver la cantidad de minipiezas que tiene la cabeza de un insecto, vaya puzzle :). Me ha encantado sobre todo lo de "le petit trochanter, ou trochantin" :) Ya me has dado material suficiente para escribir mi próxima entrada (Lo siento por ti, Lu :))
      ¿Diègue? ¿Didace? ¿Jacques? (en el liceo francés donde estudié desde los 4 a los 10 años me llamaban Jacques o Yaquito :)
      (Comment on dit "abrazote" en français?) Pues eso, un abrazote en francés.

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    4. Un gros câlin :))
      Diego, Santiago, Jacobo de ahí Jacques...Didace je n'avais jamais entendu...
      Gros câlin, donc, Jacquot :))

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    5. Câlin-azo, donc. J'apprends toujours avec toi, Mûre :))

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  9. Buen día Diego.
    Gracias por tanta información de cómo degustar insectos pero yo ...paso!!!!!
    Confieso que es la primera vez que leo un texto tuyo con ganas de saltar varios párrafos:)
    Y no por la redacción que, como siempre, es impecable.
    Abrazo

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    1. Hola, Lu :)
      ¿Has saltado varios párrafos? Ya me parecía a mí que mi texto era un poco "ladrillo" :)) Intentaré moderarme en mi próxima entrada :)
      Lu, si somos capaces de comernos con delectación una ostra (que no deja de ser un moco), como no nos vamos a acabar comiendo con gusto una oruguita bien churruscada :)
      Abrazo gordo.

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    2. Bueno pues yo ¡tampoco como ostras! En general, no como moluscos bivalvos.
      Y jamás se me ocurrió probar un caracol aún habiendo estado en casa de una amiga, en la playa, a mediados de los 70 cuando sus padres juntaban caracoles los llenaban de sal y luego, los preparaban y ¡los disfrutaban! Puajjj.
      Pero, ciertamente, sobre gustos no hay nada escrito "dijo una vieja y se chupaba los mocos" Jajajajaaj Me acordé de esa frase que data, creo, desde que Colón llego con sus tres carabelas a "descubrir" a los indios. jaa
      Otro abrazo

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    3. Lu, cuando vaya a Ushuaia me va a salir barato invitarte a cenar :))
      Otro (si hay que abrazarse, se abraza uno)

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  10. Yo que soy niño de la postguerra, soy de buen comer y no suelo hacer ascos a nada. Pero hasta ahí no llego. Con arreglo a los bivalvos, los tengo prohibidos por orden expresa de mi cuenta corriente, aunque me acuerdo mucho de la Ostrería de la calle de la Cruz de Madrid, donde me ponía ciego de ostras y cerveza de barril fresquita de Mahou.
    Gilipuertas, los hay en todas partes,( y no me refiero a esa caterva de seguidores de Mucha, que esos aún están en un estrato inferior), que me refiero a esos aprendices de exquisitos, que solo son horteras, que presumen de lo que no tienen ni la menor idea, porque queda bien.
    Compruebo que aprovechaste bien el tiempo en tu taller de narrativa y o obtuviste sobresaliente en tu asignatura de Entomología, o aún conservas el libro de esa materia.
    Gracias por hacerme disfrutar con tu escrito.
    Un abrazo.
    !Ah!, el soneto de mi última entrada es de mi autoría y ya lo había publicado en mi blog.

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    1. Juan, ¿existirá aún la Ostrería? No creo, hoy será un Burger o un chino (una biblioteca seguro que no 😊). Al taller de narrativa, auspiciado por la Comunidad de Madrid, asistí dos años. Si saqué buen provecho lo debo en gran parte al profe, un filólogo murciano muy salao que nos enseñó a conocer algunos de los trucos necesarios para manejar bien el bolígrafo (o el teclado, o, en mi caso, la pluma estilográfica 😊) a la hora de escribir.

      El soneto sabía que era tuyo, Juan, tiene tu sello y tu calidad poética. Por eso mi comentario finalizaba con una sonrisa cómplice.

      En cuanto al Clan de Miami, su jefa, Mucha, hoy dice en su blog que soy un misógino, “un violador que no se conforma con violar a una mujer sino que tiene que escucharla gritar de dolor” 😊 Patética…

      Un abrazo, Juan.

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  11. Hola Diego, tu nivel escritural es impecable incluso, con un original escrito de consejos culinarios de insectos. Creo, que los únicos que he comido y por digamos, casualidad, han sido hormigas en racimos recién cortados de la parra. Un tanto saladas pero, con el dulzor de la uva, pasaba. No creo estar dispuesta a consumir chapulines colorados como le dicen los mexicanos a las langostas. Ni me apetecería degustar su abdomen ni su diminuta cabeza pero, ¿sabes?, pienso que la humanidad va directo a consumirlos en grandes cantidades por sus aportes en proteínas, grasas y fibra. Después de todo, ha sido una costumbre que ha estado muy presente a lo largo de la historia de la humanidad.
    Mientras tanto, me quedo con mi forma habitual de alimentarme.
    Abrazos querido Diego.

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    1. Tatiana, seguro que todos nos hemos tragado sin rechistar alguna mosca en nuestros paseos por el monte. No están mal como alimento, quizás sólo algo escaso.
      Tengo que probar las uvas con hormigas, el contraste de sabores debe ser interesante. Me apunto el término “chapulines”, me parece más tierno y cariñoso que el de “saltamontes”.
      Ahora dicen que las vacas emiten metano y contribuyen al cambio climático. Hay que buscar fuentes alternativas de alimentos, y ahí están los insectos, esperando que abramos la boca. Además, los insectos no emiten nada, que se sepa.
      Yo también me quedo con mi forma habitual de alimentarme, aunque a veces me sorprendo mirando a los insectos con ojos de golondrina.
      Abrazote, Tatiana.

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