Mimetismo del pec

El pájaro pec es una más de las víctimas que producen los acontecimientos de la llamada semana santa sobre la fauna de las grandes ciudades. El corneterío de las bandas, el desfile de pasos rellenos de costaleros que se ahorman sudorosos en su interior, la cera desprendida de los velones que portan los desfilantes, el ferviente público que atiborra las aceras, las saetas, las tamboradas… hacen que emigre, despavorida, mucha fauna urbana, buscando nuevos espacios donde habitar esos días. La fauna humana, por ejemplo, huye de las aglomeraciones urbanas creando nuevas aglomeraciones en las costas hacia las que se dirige. La masa humana es así, solidaria con ella misma. 

El pájaro pec, vago redomado, no se desplaza esos días. Prefiere mimetizarse, acoplarse a la incómoda circunstancia, disimular su presencia, pasar desapercibido. Cuando la turba invade su espacio, permanece quieto, estirando su cuello hacia arriba —como su primo el avetoro, que se fusiona con las espadañas de la laguna que lo cobija—, aprovechando la semejanza de su pico con los capuchones de los nazarenos. Así permanece mientras dura el acontecimiento místico, sin llamar la atención. Su táctica, hasta hoy, le va dando buenos resultados. Y espero que así ocurra en el futuro, que nunca se descubra su artimaña, que se libre de ser insultado, perseguido y aporreado por su condición de hereje entrometido.