El aplauso

 


Se debatía sobre no sé qué en un Congreso rebosante de diputados. En la tribuna de oradores, el jefe de la oposición, del Partido Obrero Popular Español y Española (POPEyE), enardecido, pronunciaba un discurso plagado de insultos, alaridos, subidas de tono, ausencia de contenido y descalificaciones hacia el gobierno; nada diferente de lo que hoy es habitual oír en las comparecencias de nuestros diputados, del signo que sean. 

Al finalizar su diatriba, entre una ovación atronadora de su fiel mesnada puesta en pie, se dirigió hacia su poltrona, situada junto a la de su portaberrido oficial, quien no dejaba de aplaudir apasionadamente, con una sonrisa impostada en su rostro amorfo. 

Pasaron diez, quince, veinte minutos, y la cerrada ovación no cesaba. Los diputados del POPEyE seguían en pie, mirando de reojo al portaberrido oficial, esperando su señal de que dejaran de aplaudir y poder al fin sentarse en sus escaños. Pero esta señal no llegaba, y nadie quería ser el primero en abandonar el aplauso por las connotaciones y represalias que dicho acto pudiera suponer para el infractor del código no escrito del Partido. 
 
Transcurrida media hora, el Presidente del Congreso dio por terminada la sesión y los diputados abandonaron ordenadamente sus escaños. El portaberrido oficial no dejaba de aplaudir, por lo que tampoco lo hizo ninguno de los diputados del POPEyE en su camino hacia el exterior del edificio, del que se alejaron sacudiendo sus manos frenética, entusiásticamente. 

Y así llegó a su casa Dalmacio Borrego Balido, uno más de los diputados del POPEyE. Algunos vecinos lo miraban sorprendidos al verlo acercarse aplaudiendo al vacío; incluso hubo quien también aplaudió, por empatía. Dalmacio entró en su domicilio, y se acostó —era tarde— sin dejar de aplaudir. Depositó sobre la mesilla su móvil, encendido, esperando que llegara al fin un whatsapp del portaberrido oficial dando por finalizada la ovación. Pero el mensaje no llegaba. A las cinco de la madrugada, agotado, el sueño lo venció y, al dormirse, cesaron sus aplausos. Es difícil aplaudir mientras uno se mece en los brazos de Morfeo. 

No habían dado las seis de la mañana cuando lo despertó, impertinente, el sonido del timbre de su domicilio. Se levantó, emitió un somnoliento “yavoy” y se dirigió hacia la puerta. Abrió. Eran ellos: dos supervisores-censores-disciplinarios del POPEyE, quienes, de malos modos, lo agarraron de las solapas del pijama y lo sacaron de su casa violentamente mientras le recriminaban, a gritos y coscorrones, haber dejado de aplaudir sin recibir la orden pertinente en tal sentido. 

Dalmacio desapareció de la vida política. Y de la otra. Dicen que fue deportado a una isla desierta indeterminada, lugar que recorre día y noche sin dejar de aplaudir, esperando que llegue algún día el aviso de la redención de su acto de indisciplina.

Comentarios

  1. Ja, ja, ja, Gran nombre el de Dalmacio, muy acorde con sus impagables apellidos.

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    1. El Congreso está lleno de Dalmacios sumisos, aclamadores e incondicionales :)

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  2. portaberrido, me encanta esa palabra, el que porta los berridos.. aplaudamos, no dejemos de hacerlo, son de los nuestros!!!

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    1. Realmente habría que cambiarles el nombre de portavoces por el de portaberridos :)

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  3. ooohhhh seria un buen capitulo para esa serie de Netflix The Mirror creo que se llama
    saludos

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    1. No conozco la serie, Carlos, pero este es un capítulo que se repite constantemente entre nuestros diputados.
      Un saludo.

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  4. Ana Maria4/23/2025

    Yo creo que al final uno tenía que haberse puesto a dar palmas por bulerías y el presidente a bailar :D

    Besos, Diego :)

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    1. :D Hubiera sido una buena reacción, pero eso requiere tener sentido del humor, y nunca he visto un congreso más desaborío que este, mi arma :)
      Un beso, bailaora :)

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  5. Hola querido =He vuelto sin ganas pero con brios=
    abrazo

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  6. ¡Genial!
    Mejor descrito, imposible...jejeje.
    Efectivamente, como bien dices en ese cometario, el Congreso está lleno de Dalmacios sumisos.
    Un saludo.

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    1. Todo sea por no cabrear al jefe y por conservar su poltrona.
      Un abrazo, Maripaz.

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  7. Qué bien has descrito a los palmeros (los aspirantes a políticos electos y cobrantes).
    Salu2.

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    1. Como dice Ana, si al menos palmearan por bulerías... :)
      Un abrazo, Dyhego

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  8. Buenísimo DIEGO! además todo , todo! historia argumento , nudo desenlace y sobre todo vocabulario jajaja Popeye genial! te faltó memcionar a su Olivia q puede ser a su derecha Vox( Beridox) o a su izda Yoli jajaja porque este Popeye vale para PP y PSOE q los dos cojean de lo mismo ...palmeros los hay a ambos lados, bocazas idem en fin, q políticamente este país da bastante pena ...menos mal q estás tú ahí, para sacarnos una sonrisa .. GraaaciaassS.. otro besito!

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    1. Sorry, le falta una R a Berridox ; )

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    2. La verdad es que los portavoces de nuestros partidos polÍticos más parecen porteberridos que portavoces, por su manera de "comunicar", con ese gesto gritón, hosco y antipático :) Sí, el Popeye es una mezcla de los dos y las doses :) Y de cualquier otro de los que pelean por rascar un asiento en el congreso. Da grima oírlos.
      Un besico, María.

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